En 1953 la sociedad de la “decencia” y el “recato” sufrió un ataque por un conejito disfrazado de esmoquin que ofrecía a los caballeros una deliciosa manzana de la discordia conocida como Playboy Magazine. Una revista que permitía a los hombres vivir su sexualidad libre de las costumbres mojigatas llenas de censura. Dónde se tenía el derecho a fantasear con ser pícaros libidinosos que conducían autos deportivos, adictos al cool jazz y a los martinis secos. Una utopía dónde se alentaba la cultura del hedonismo y narcisismo por una parte; por otra, la creación de una conciencia política y social.
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