Las
profundidades de los surcos en los discos de vinil escondían sigilosamente
maravillas sonoras insospechadas: la garantía de acceso a extraordinarios
paisajes auditivos. La primer y más inmediata vía de acceso a ellos era a
través de las percepciones visuales que una funda de cartón permitía comunicar
al escucha.
La funda era un
soporte espléndido, pues ofrecía 1,800 cm2 de superficie expresiva para
presentar ilustraciones, fotografías o tipografías para atrapar la atención del
tentativo comprador y tal vez, ayudar a tomar la decisión de compra… El diseño
era un factor imprescindible de la industria de la música: la identidad de una
banda o cantante quedaba determinada por su apariencia en las fundas de los
viniles, y a su vez, significaba su presencia en tiendas especializadas.
Todo cambió, los
ele-pés están en los museos y las tornamesas silentes: los soportes para
registrar y transportar la música ya no son físicos, ahora son intangibles, sin
embargo el diseño les sigue acompañando.
el editor ¶
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